jueves, 22 de agosto de 2013

Cuba: entre la décima y el repentismo

Artículo publicado en La Jornada del Campo

Alexis Díaz-Pimienta
Escritor y repentista; director de la Cátedra Experimental de Poesía Improvisada de La Habana, Cuba

Alexis-Díaz Pimienta FOTO: Manuel M. Mateo

Es la improvisación poética un arte universal y es la décima una estrofa con una curiosa historia de supervivencia y resistencia, que hoy –cuando dominan las nuevas tecnologías y el reino de la no-voz (SMS, chats, whasaaps y otras hierbas)–, tan imperiosas como imperiales sonríen a dúo, no sabemos si irónicas o satisfechas, pero, eso sí, ambas adaptadas a los nuevos soportes sin renunciar a su volátil, efímera, marca de la casa: la oralidad y el canto.

En Cuba, “repentismo”, “punto cubano” o “punto guajiro”, es como se le denomina al arte de la improvisación poética, un ejercicio de estilo agonal (canto amebeo) que se ha convertido con el tiempo en la más importante manifestación poética popular de la isla, fundamentalmente en ámbitos rurales.

A diferencia de otros países en los que se improvisa con distintas estrofas (cuartetas, quintillas, sextillas, octavillas, décimas), en Cuba la improvisación es monoestrófica: sólo se improvisan décimas y para su acompañamiento se usa el “punto”, una forma musical en que se emplean básicamente instrumentos de cuerdas: laúd, tres y guitarra, acompañados por la clave y el güiro (aunque el güiro actualmente se usa menos).

El “punto” mantiene casi invariable su forma primaria, siendo la más notable variación en su desarrollo la velocidad ejecutiva de los músicos, apoyada en virtuosismos personales. Incluso, ante la invasión tecnológica y la electrificación de guitarras, treses y laúdes en los grupos y conjuntos profesionales, los poetas repentistas guardan un tácito recelo; prefieren los instrumentos “de cajón” para sus performances. Y de todos éstos, es el laúd el que comanda y guía el acompañamiento, sirviendo el tres y la guitarra como apoyatura musical. El toque del laúd es punteado, floreando e improvisando el laudista dentro del mismo punto: es él quien marca todos los cierres y las entradas de los interludios musicales. En cierto modo, el laudista comparte el protagonismo con los improvisadores, siendo mayor el vínculo que existe entre el laudista y los poetas que entre los poetas y los otros músicos.

Existen tres formas de cantar y de tocar el punto guajiro: el punto fijo, el punto cruzado y el punto libre. El punto fijo se caracteriza porque el poeta tiene que cantar sus versos a un ritmo fijo dentro de la música, o sea, “a tiempo”, sin variaciones de su medida ni su aire. Y en el punto cruzado la relación entre el canto y la música es contrapuesta, es decir, la melodía forma síncopas con el acompañamiento musical que marca el tiempo. El punto libre, también llamado “pinareño” o “vueltabajero” por ser originario de Pinar del Río, en el occidente del país, es, como su nombre indica, un punto en el que el intérprete tiene plena libertad para cantar, y es, por excelencia, el empleado para la improvisación en controversias. Es en el punto libre en el que el poeta repentista se siente más cómodo para improvisar, ya que le permite la enunciación del texto libremente, sin la obligatoriedad dictada por la música. Para ello se utiliza la llamada “tonada libre”, que aunque es siempre la misma, cada poeta la adorna o modifica según su gusto y capacidad interpretativa.

La tonada libre es actualmente la que usan la mayoría de los poetas para la improvisación, porque en ella, como dijimos, pueden acomodar y modificar su canto a la vocalización particular, velocidad interpretativa, inflexiones y timbre de cada uno. El empleo generalizado de la tonada libre ha hecho que en el plano musical el repentismo sea una especie de ‘canto’ monótono, poco variado.

En Cuba, las dos formas o variedades más importantes de la improvisación son: la controversia y el pie forzado. La controversia es la esencia misma de la improvisación cubana y la más conocida y universal de sus formas, mientras el pie forzado es canto individual, monologal, con participación del público. En todo caso, el repentismo es un arte dialógico y de competencia que, no sin justicia, fue declarado en 2012 como Patrimonio Inmaterial de la nación cubana, y Cuba es, hoy por hoy, un hervidero de improvisadores de todas las edades, sexos y estatus sociales, con una Cátedra en la Universidad de las Artes (hace 13 años) y más de 70 escuelas de repentismo infantil, que así lo corroboran. Un país donde la tradición tiene futuro.

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